La lucha del valenciano Paco Sanz contra el Síndrome de Cowden, una enfermedad rara que le obliga a vivir con 2.000 tumores en el cuerpo
A principios de 2008 José Francisco Sanz tiene 38 años. Vive en
Valencia, aunque se considera un “ciudadano del mundo”. Su espíritu
solidario le lleva a viajar de país en país como miembro de la ONG “Esperanzas sin Fronteras”,
con la que participa en actividades de cooperación al desarrollo. Pero
en uno de sus viajes todo cambió: “Volviendo de Senegal me di cuenta de
que se me estaba cayendo el pelo y fui al médico”, relata por teléfono.
Tras una serie de pruebas con resultados dispares se descubrió que lo
que al principio parecía un indicio de alopecia precoz era en realidad
una sentencia de muerte.
“Usted padece el síndrome de Cowden”. Aquel
diagnóstico terminó con el José Francisco de entonces. Esas palabras
suponían dejar su trabajo como comercial y despedirse del judo, de la
pesca y, sobre todo, de su deporte preferido: el tiro, con el que había
ganado decenas de premios nacionales e internacionales. Todo ello para
enfrentarse a una enfermedad extraña a él pero con la que había
convivido desde siempre. “Es genética, estaba ahí, pero no se había
desarrollado”, explica. En poco tiempo miles de tumores se adueñaron de
su cuerpo sin que pudiera remediarlo. Sólo había una certeza: “No tiene
cura”.
El Síndrome de Cowden es una enfermedad rara que afecta a una de cada doscientas mil personas. Esta dolencia, provocada por la mutación de un gen,
se manifiesta principalmente en la aparición de múltiples tumores
(hamartomas) en distintos tejidos y órganos. “Aunque no puede
calcularse, los médicos estiman que tengo más de 2.000 tumores, desde la
punta de la lengua hasta los pies”, afirma Paco, como cariñosamente se
le conoce, con la naturalidad de quien ha contado su historia demasiadas
veces. La enfermedad multiplica el riesgo de padecer algún tipo de
cáncer en el momento en que alguno de estos tumores, en principio
benignos, deje de serlo. Es incurable y, en España, no hay acceso a
tratamiento.
Una vez diagnosticado, la única posibilidad de mejora le esperaba en Maryland,EEUU, donde le propusieron someterse a un tratamiento experimental
a base de rapamicina. El centro hospitalario correría con todos los
gastos: él sólo tendría que pagar su alojamiento y el transporte. Para
costear el primer año vendió su casa y su coche y pidió ayuda a sus
familiares. Pero el nivel de vida estadounidense es demasiado alto para
quien sólo cuenta con sus ahorros y la necesidad de aferrarse a la vida:
“El primer año de tratamiento gasté los 100.000 euros que había
recaudado”.
Agobiado
por las deudas pero convencido de que debía continuar con su terapia,
volvió a su Valencia natal para conseguir el dinero necesario para el
segundo año. Para ello se empleó como guardia de unos almacenes,
trabajando 12 horas ininterrumpidas. “A pesar de su enfermedad nunca
daba muestras de estar cansado; era todo un ejemplo de valentía”,
confiesa en una conversación telefónica Luis Hernández, su compañero de
trabajo en aquellos días. Pero a pesar de sus esfuerzos por reunir el
dinero por sí mismo pronto se vio vencido por los desmesurados gastos
que su situación conlleva.
“Ya no tengo nada, excepto las ganas de salir adelante”, confiesa.
Desde principios de febrero sólo cuenta con una pensión de 531 euros
mensuales y el apoyo desinteresado que le brindan quienes conocen su
caso, muchos a través de www.ayudapacosanz.com, la web
que ha creado para recaudar fondos. En Maryland tratar de salvar su vida
ya no es rentable. “La crisis ha llegado a EEUU, ya no pueden costearme
las operaciones ni el tratamiento y me he visto obligado a
abandonarlo”, relata Paco, quien ha tenido que regresar a España con la
esperanza de invertir sus fuerzas, cada vez más escasas y limitadas, en
volver a trabajar a pesar de sus dolorosos tumores para someterse a otra
etapa del proceso. “Siento cómo vuelve a costarme respirar y están
saliéndome llagas. Necesito hacer todo lo posible para retomar el
tratamiento”.
Su desesperada situación económica le llevó hace dos años a hacer pública su enfermedad.
”Al principio me moría de vergüenza, no quería la caridad de nadie
porque pensaba que eso me hacía perder la dignidad, pero entendí que es
la única forma de continuar mi tratamiento”, cuenta con la voz un tanto
quebrada, mientras explica que no puede hablar demasiado porque sus
cuerdas vocales se han resentido por la quimioterapia.
En principio, se puso en contacto con diversos políticos, tanto de
ámbito regional como nacional, pero no obtuvo respuesta. Por su
experiencia como integrante de una ONG sabía que la gente de a pie sería
más solidaria, por ello se dirigió a la sociedad a través de diversos
medios de comunicación. Famosos como los directores de cine Santiago
Segura y Álex de la Iglesia han difundido su mensaje a través de las
redes sociales. Y aunque todo ello ha repercutido favorablemente,
todavía queda mucho camino por recorrer.
Un ejemplo para otros enfermos
“De repente, vivir se convirtió en mi única meta”. Paco es tajante en
su afirmación, que puede leerse en su página web. Durante varios meses
vivió en una pequeña habitación alquilada en Maryland y
pasó la mayor parte del día en el hospital sometiéndose a decenas de
experimentos junto a otras seis personas que también padecen el Síndrome
de Cowden. “Ojala pudiera volver“, suspira. Los avances que se han
conseguido gracias a su participación como “conejillo de Indias”
servirán para encontrar un tratamiento más eficaz, o incluso una cura,
para quienes sufran esta enfermedad en el futuro.
Su labor le ha convertido en un referente para
quienes también conviven con graves dolencias. Así lo afirma la murciana
Caridad Carrión, quien padeció cáncer de mama hace dos años. Caridad
conoció el caso de Paco a través de un programa de televisión y desde
entonces el valenciano se ha convertido en un ejemplo de superación para
ella: “A mí me costó mucho mantener el ánimo y sólo tenía un tumor;
Paco es optimista y tiene miles. Es increíble”.
El ejemplo de Paco es elogiado también por profesionales de la salud
como el doctor Durán, especialista en Medicina General y aficionado a
estudiar enfermedades poco comunes, quien coincide en señalar que una mentalidad fuerte
es vital ante una enfermedad tan complicada, ya que “la fortaleza
psicológica y la convicción del enfermo de que puede salir adelante es
una especie de tratamiento complementario eficaz”.
¿Paco es un héroe? El doctor Durán no lo duda: “Alguien que convive
con una dolencia tan dura, lejos de su familia y lucha para sobrevivir
con una sonrisa en la cara sólo merece ese calificativo”.
La enfermedad desconocida
El síndrome de Cowden se debe a una mutación del gen PTEN,
algoque afecta a una de cada 200.000 personas. No se diagnostica
fácilmente; en el caso de las mujeres se confunde con el cáncer de
útero, en el de los hombres, con cáncer de tiroides.
Hay tantos indicios de esta enfermedad como afectados, aunque los más visibles son los pequeños bultos que
recorren la piel de quienes la padecen. A pesar de que un estudio de la
Universidad de Texas afirma que un dermatólogo puede relacionarlos
rápidamente con el Síndrome de Cowden, en España la falta de información
lleva a los profesionales a pasar por alto esta enfermedad a la hora de
hacer un diagnóstico. De hecho, “a mí me llegaron a quemar la cara
creyendo que sólo eran verrugas”, relata Paco.
El síntoma más característico es la aparición de
miles de tumores por todo el cuerpo. Suelen ser benignos y presentarse
en forma de pólipos en el estómago, colon, mamas… Sin embargo, el hecho
de que uno de ellos se convierta en un tumor maligno puede provocar una
auténtica rebelión en el cuerpo. Los experimentos realizados con casos
como el de Paco demuestran que es posible controlar e incluso disminuir
el tamaño de los tumores aplicando rapamicina, la misma sustancia
química que se emplea en transplantes para evitar el rechazo de órganos.
Pero para que sea efectivo se debe detectar a tiempo, un auténtico
reto.
El principal enemigo de los afectados por el Síndrome de Cowden es el
silencio. Médicos y pacientes coinciden en que es necesario dar a
conocer esta enfermedad para que la comunidad científica se esfuerce en encontrar una cura eficaz. Ésa es la última esperanza de quienes, como Paco, comparten la única meta de vivir con dignidad un día más.
Fuente: periodismohumano.com
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