El síndrome de Tourette (ST) se caracteriza por
tics motores y vocales asociados a grados variables de comorbilidad
psiquiátrica. Se estima una prevalencia en la población general de 0,4-1/100.
El diagnóstico de la enfermedad precisa que existan varios tics motores y al
menos un tic vocal presente durante al menos un año cuya aparición se produce
antes de los 18 años, en ausencia de una causa identificable. Los pacientes
presentan una comorbilidad psiquiátrica variable, incluyendo: trastorno
obsesivo-compulsivo (TOC), trastorno por déficit de atención e hiperactividad
(TDAH), ataques de pánico y de rabia, automutilación, y trastornos de ansiedad.
El síndrome aparece en infancia y el curso se caracteriza por periodos
sucesivos de mejoría y empeoramiento en los tics. Se observa una mejoría al
final de la segunda década de vida en la mayoría de pacientes pero los síntomas
persisten en la edad adulta en alrededor de un tercio de los mismos. Se
desconoce la causa del síndrome de Tourette, pero tanto la susceptibilidad
genética como ciertos factores ambientales parecen jugar un papel. Desde el
punto de vista fisiopatológico, se ha sugerido una disfunción del sistema
dopaminérgico, y de las redes neuronales en las áreas asociativas y límbicas de
los ganglios basales y del córtex prefrontal. Se considera que estas
disfunciones están implicadas en la migración anómala de las interneuronas
GABAérgicas y colinérgicas. El diagnóstico es clínico y se basa en los síntomas
definidos en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Los Trastornos Mentales.
El
diagnóstico diferencial incluye: mioclonía, distonía, corea, disquinesia
paroxística, hemibalismo, espasmo hemifacial, estereotipias, manierismos,
compulsiones, acatisia, síndrome de piernas inquietas y epilepsia. El
tratamiento del síndrome de Tourette y de los tics graves es con frecuencia
dificil y requiere de un enfoque multidisciplinario (neurólogo, psiquiatra,
psicólogo y trabajador social). En los casos leves, se suele recomendar la
información y el manejo psicológico. El tratamiento con medicamentos, que
incluye neurolépticos, es esencial en pacientes con formas entre moderadas y
graves de la enfermedad. Recientemente, se ha descubierto que la terapia
cognitivo-conductual es útil para el tratamiento de los tics. Para ciertos tics
aislados, la inyección de toxina botulínica puede ser beneficiosa. Cuando está
presente, la comorbilidad psiquiátrica suele requerir un tratamiento
específico. En formas muy graves del síndrome, el tratamiento por estimulación
cerebral profunda de las áreas asociativas y límbicas del tálamo o del pallidum
se está evaluando en un protocolo multicéntrico con resultados preliminares
esperanzadores. Alrededor de dos tercios de los pacientes se recupera al
alcanzar la edad adulta, mientras que el tercio restante mantiene los tics con
grados variables de problemas de afectación funcional y adaptación social.
Revisores expertos
- Dr Andreas HARTMANN
- Pr Jean-Luc HOUETO
Fuente: www.orpha.net
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