Hace unos días reflexionaba, al hilo del Día Mundial de las
Enfermedades Raras, sobre la mezcla de desazón, incredulidad,
vulnerabilidad, sensación de abandono y, al mismo tiempo, de valentía y
determinación que anida e impulsa la lucha de las víctimas de ese tipo
de enfermedades y de sus familias. No es fácil no dejarse vencer por el
abatimiento y sin embargo ahí están, dando ejemplo. Pensaba también que
al menos quienes han logrado que se les diagnostique una enfermedad rara
puede tener una mínima esperanza de vida. En los países de menos
recursos son muchos los que padecen ese tipo de enfermedades que ni
siquiera llegan a diagnosticarse nunca.
Andaba con esas reflexiones cuando me ha llegado una reflexión más
importante, la de Pablo Ramírez Uribe, colombiano de 16 años, publicada
en El Espectador de Colombia. Yo sabía ya algo de la enfermedad de
Pablo, me la había contado su padre y amigo, el periodista José Luis
Ramírez. Y aunque llevaba días pensando en escribir algo al respecto,
creo que tiene mucho más interés reproducir el artículo de Pablo: yo
nunca podría contarlo tan bien, tan claro y con tanto valor como lo hace
él a pesar de su juventud.
“Es algo raro de decir, pero creo que tan solo me volví completamente
consciente de mi enfermedad en este último año. Eso no quiere decir que
la enfermedad se haya manifestado hace un año, pues desde que nací hace
dieciséis años padezco de Síndrome Poliglandular Autoinmune Tipo 1, una
enfermedad genética que le ocurre a una de cada dos millones de
personas en el mundo y generalmente afecta el sistema endocrino y las
funciones gastrointestinales.Lo que sucede es que he madurado hasta un
punto en el que entiendo las verdaderas implicaciones.
Debo reconocer que no siempre me molestaba cuando los doctores
incrementaban el número de pastillas diarias que me tenía que tomar,
unas 30 hasta hace dos meses. No siempre me molestaba ser hospitalizado
hasta seis veces al año por razones que variaban, ya fuera una infección
estomacal o niveles bajos de calcio. No siempre me molestaba cuando los
tratamientos no funcionaban o cuando los doctores no entendían por qué
mi cuerpo estaba actuando de la manera en que lo hacía.
Ahora sí estoy consciente. Consciente de cuando los doctores me
administran potasio de forma intravenosa, causando una sensación similar
a aquella de tener mi brazo encendido en llamas. Consciente de que es
básicamente imposible que yo pueda viajar con mayor frecuencia a mi
querida patria, Colombia, por mis problemas de salud. Consciente de que,
por el resto de mi vida, mi mala absorción y el colon alargado serán
una maldición que me acompañará siempre que viaje. Consciente de la
“bomba” médica pegada a mi estómago, que transmite una versión sintética
de la “paratormona” que mi cuerpo necesita y mi tiroides no produce.
Consciente de que mi cuerpo no produce adrenalina y no puede reaccionar a
ningún tipo de estrés emocional o físico bajo el cual me encuentre.
Consciente de que, no importa cuánto me haya mentido estos últimos 16
años, no he vivido —y nunca viviré— una vida normal.
Pero también estoy consciente de la suerte que tengo de haber sido
diagnosticado con SPA Tipo 1 a una edad bastante temprana. También estoy
consciente de que mis padres me pudieron traer a Estados Unidos.
También estoy consciente de que, aunque no debería haber vivido más de
tres años, estoy bien vivito ahora. Consciente de que mi suerte no la
tienen miles de personas como yo en Colombia.
Ahora que estoy consciente, quiero que otros también se concienticen
sobre las enfermedades raras. En el mundo, una de cada diez personas
sufre de una enfermedad rara. Muchas de estas enfermedades no tienen
tratamiento y muchos pacientes son diagnosticados incorrectamente o no
tienen forma de tratar su condición.
Los invito a todos, dado que el pasado 29 de febrero fue el Día
Mundial de las Enfermedades Raras, a que visiten la página de Fecoer:
www.fecoer.org o a www.rarediseaseday.com, para aprender más y, tal vez,
donar dinero para investigaciones. Acompáñennos y seamos todos
conscientes de esta fecha.”
fran.sevilla@rtve.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario