La medicina personalizada será una realidad el día en que al llegar
un paciente oncológico al hospital, además de una biopsia y una
resonancia (o en lugar de ello), se le practique de forma rutinaria un
análisis genético para administrarle un tratamiento basado en las
características específicas de su tumor.
Ese día se acerca a toda velocidad. Una de las claves para que la
medicina del futuro abandone el territorio de la ciencia ficción pasa
por que la secuenciación del ADN sea rápida y barata. Y esto es lo que está sucediendo en estos momentos.
Hace tres semanas, Life Technologies,
una empresa con sede en California, anunció el lanzamiento de un nuevo
secuenciador de ADN, el Ion Proton, capaz de describir un genoma humano
entero (deletrear los 3.000 millones de bases —ACGT— de la doble hélice)
en un día y por tan solo 1.000 dólares (765 euros, menos que el iPad
más caro). Detrás de esta presentación, que repitió la semana pasada en
Davos con ocasión de la celebración del Foro Económico Mundial, se
encuentra Jonathan M. Rothberg, todo un personaje, a quien la prensa
estadounidense ha definido en alguna ocasión como el Steve Jobs de la
biotecnología por sus esfuerzos en convertir los secuenciadores de ADN
en un producto de uso habitual en hospitales y clínicas. Pero también
por su habilidad en el control de los mecanismos de la publicidad.
ARTÍCULO COMPLETO por Jaime Prats @pratsjaime
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